Más allá del placer y del dolor...
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¿Qué es un condicionante? |
«Más allá del cielo y del infierno, más allá del placer y del dolor, más allá del bien y del mal, existe el reto de una vida consciente.»
Nacemos con un instinto que nos permite sobrevivir a los tiempos «difíciles». Este automatismo genera unos condicionantes que nos vinculan a la conciencia de dolor y sólo la toma de conciencia puede eliminar dichos vínculos al permitirnos ir más allá de lo bueno y de lo malo, del placer y del dolor, de la riqueza y pobreza, etc. Cuando no eliminamos los condicionantes del pasado somos como un robot programado que no puede escapar a lo que le dicta su programación...
Toma de conciencia diaria. Importancia del olfato
Cuando una persona despierta, empieza a tomar conciencia del espacio en el que se encuentra. Hasta ese momento, sus sentidos se habían interiorizado para favorecer el periodo de sueño. Si se ha descansado bien, el primer sentido que se activa es el del oído y si nos quedamos en la cama un rato con los ojos cerrados, podremos observar como acuden a nuestra conciencia pensamientos relacionados con las tareas programadas para ese día o con las tareas inacabadas del día anterior. Si no se ha descansado bien, el pensamiento no estará claro y lúcido hasta que nos levantemos y, tras el desayuno, se normalicen las funciones orgánicas. En este caso, habrá sido necesaria la colaboración del sentido del sabor para activar la personalidad. Pero al despertar no sólo son los sonidos los que nos activan. Una vez en pie, nuestro olfato –o cerebro emocional- carga los mensajes que encuentra a su paso. Cada persona que convive en la casa, con nosotros, tiene su propia atmósfera personal y nuestra nariz percibe, en forma automática, el «ambiente que reina en el hogar», que suele ser el de la primera persona que se levanta o el de la que está más revolucionada o activa.
Si antes de despertar o incluso el día de antes, no hemos revisado nuestra agenda mental, para cuando vayamos a desayunar ya será tarde y nuestras funciones serán activadas por las «cargas» que haya en el ambiente.
Nuestro apetito será condicionado por las necesidades vitales de la otra persona y los alimentos que vamos a tomar puede que no sean los más adecuados para el trabajo que pensamos realizar ese día. Es más, nos costará un tiempo centrar nuestras obligaciones, por lo que nuestro rendimiento personal bajará. Esto no sólo pasa en el hogar, donde una madre nerviosa y atareada puede «cargar» el ambiente antes de que se levanten sus hijos o donde un padre muy tenso pone nervioso al bebé de tres meses o donde una hermana, con exámenes, despista a su hermano que no tiene esa presión.
Estas interacciones inconscientes también se dan en el espacio laboral y, en general, en cualquier espacio o ambiente donde la persona no vaya centrada con una intención clara y con un objetivo marcado...
Cuando sales de casa o de la cama con un objetivo claro, una vez que te pones en pie, te haces presente y la nariz se encarga de «olfatear» reconociendo tan sólo las emociones ( o cargas en el ambiente), que se adecuan al propósito con el que has llegado a dicho espacio. Parece cosa de magia cuando no lo sabes, pero es el olfato el que te guía (siempre que le marques el rumbo), el que te hace posar la vista o girar la cabeza hasta dar con el objeto, persona o señal que se acopla a tu necesidad. La casualidad no existe, la suerte tampoco, ni mala ni buena. Cuando una persona no centra sus objetivos antes de salir de su espacio personal, estará expuesta a todo tipo de influencias ambientales. Es como si saliera de casa desnuda. Esta actitud es propia de personas inconscientes que todo lo achacan a la suerte o la casualidad. No saben que es cuestión de tiempo y de salud, que la suerte y la casualidad se acaben si no empiezan a organizar su sistema de orientación o guía interior.
Texto extraído de mi libro: Visión holográfica de la realidad.
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