Ágora. Lo que pasó, pasó…


Ágora. 2009.
Director: Alejandro Amenabar.
126 min. España.
Histórico. Biográfico
Sipnosis: En el siglo IV, Egipto era una provincia del Imperio Romano. La ciudad más importante, Alejandría, se había convertido en el último baluarte de la cultura frente a un mundo en crisis, dominado por la confusión y la violencia. En el año 391, hordas de fanáticos se ensañaron con la legendaria biblioteca de Alejandría. Atrapada tras sus muros, la brillante astrónoma Hypatia (Rachel Weisz), filósofa y atea, lucha por salvar la sabiduría del mundo antiguo, sin percibir que su joven esclavo Davo se debate entre el amor que le profesa en secreto y la libertad que podría alcanzar uniéndose al imparable ascenso del Cristianismo.



Al finalizar la película tuve que hacer un pequeño esfuerzo para recuperar mi sentido del tiempo pues, los acontecimientos que se desarrollan durante la misma, me llevaron a un momento de la historia que ya tenía archivado, haciéndome revivir, en parte, la angustia de todas aquellas personas que murieron, trágicamente, prisioneras de las circunstancias históricas. Es lo que tiene la Historia cuyas páginas dan la impresión de haber sido escritas con la sangre de nuestros antepasados. 

Entiendo el enfoque de esta película y pienso que la perspectiva que ofrece de ese momento histórico, en particular, permite relativizar el papel de las religiones en el mundo actual y dejar claro que no existe ninguna que esté, por encima de las demás, en cuanto a tener las manos manchadas de sangre. Y lo mejor, desde mi punto de vista, es que presenta a la religión (cualquier religión), con un papel marcadamente político ligado a la obtención del poder, el control del pueblo y el conocimiento, más que a la consecución de la paz y la armonía entre los hombres. 

Aun así, lo que quiero enmarcar, con el fin de relativizar tanto sufrimiento y darle un contexto evolutivo, es la necesidad de que estos hechos sucedieran pues es muy fácil horrorizarse viéndolos cómodamente desde tu sofá en tu hogar del siglo XXI; enjuiciando a unos y a otros y acusándolos de esto y de lo otro. Una cosa es cuestionar el papel de las religiones en los tiempos que corren (y tampoco lo hago porque pienso que religión y salud son temas que competen a la privacidad de las personas), y otra, muy distinta, cuestionar el trayecto histórico recorrido hasta llegar al presente. 

Lo que pasó, PASÓ. Y está claro que según el papel con el que te estés identificando en el momento histórico en cuestión, (todo son personajes donde proyectarse), vas a sentir una emoción diferente que te impulsará a VER la historia con unos ojos o con otros….

«Cada vez que cuestionamos la historia, cualquier historia, lo que estamos cuestionando es nuestro papel en esa historia; historia que, a todas luces, está desarrollándose de nuevo ante nuestras vidas ¡está pasando!... »

Es por esto que mientras visionaba Ágora, mi mente viajaba del pasado al presente y de nuevo al pasado, a sabiendas de que, esa misma historia, sigue viva en cada plaza, en cada grupo, allá donde confluyan corrientes de fuerzas contrapuestas dispuestas a arrollar todo lo que se encuentre en su camino.

De nuevo, está pasando y, en temas históricos, nada de lo que sucede, es personal; aunque la historia/las historias, aparecen salpicadas de nombres propios que nos hacen tomar conciencia de nuestra propia humanidad al ser el espejo en el que podemos reflejarnos. 

Ágora muestra de manera explícita el momento en el que la luz de la antigüedad, simbolizada en el Faro y la Biblioteca de Alejandría y también en los dioses paganos, se apagan en la conciencia de humanidad para empezar a caminar en pos de la Unidad de la especie. La primera manifestación de esta única conciencia de humanidad queda enmarcada en el contexto de las religiones monoteístas que en los siglos de oscuridad que siguieron a este «apagón generalizado» del SABER ANTIGUO, se erigieron como únicos estandartes de la luz en la tierra; esta oscuridad generalizada se mantuvo hasta que siglos después, nuevas revoluciones políticas, culturales y económicas dieron un nuevo giro al concepto de humanidad.


Si contemplamos Ágora como si fuera un sueño, los claves que ofrece se revelan bajo una nueva luz: [i]Hipatia es la voz del cuerpo, de lo femenino, de la sabiduría ancestral acumulada hasta el momento, reflejada en su amor por el SABER acumulado en los libros de la biblioteca de Alejandría. 

Ella simboliza la voz de lo femenino, la voz de la memoria de la especie, la voz de los sentimientos, la voz del otro que es silenciada para que la RAZÓN, la voz del YO, la voz del individuo, pueda iniciar el camino que nos llevará al siglo de oro, a la Ilustración, a la Revolución francesa, y a la historia contemporánea donde, de nuevo, la voz de la mujer, la voz del cuerpo, la voz de los sentimientos, la voz del otro, comienza a escucharse de nuevo, pero esta vez con plena conciencia de nuestros actos, gracias al conocimiento adquirido en el trayecto recorrido hasta aquí por nuestra conciencia individual reflejada en un «único dios» hecho a imagen y semejanza del HUMANO.

Lo que más tristeza me da es el pensar que, por desgracia, Ágora no es un sueño, y que en muchas plazas, pueblos y espacios de representación política, cultural y religiosa se siguen lapidando a todas aquellas personas que claman por la integración del YO y del NOSOTROS, ya que cada uno tiene su razón de ser; solo es cuestión de saber elegir el momento adecuado.




[i] Hipatia educó a una selecta escuela de aristócratas cristianos y paganos y su asesinato se produjo en el marco del advenimiento del apogeo del cristianismo, el declinante paganismo y las luchas políticas entre las distintas facciones de la Iglesia. Hipatia, filósofa y maestra neoplatónica y la primera matemática mujer de la que se tiene constancia en la Historia. Nació en Alejandría entre el 355 o el 370 d.C. y destacó en Matemáticas y en Astronomía además de ser directora de la famosa Biblioteca de la urbe.

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